NOTAS PARA UNA RELECTURA DE "JOVEN CABALLERO ANTE UN PAISAJE" DE CARPACCIO

"Joven caballero ante un paisaje" Hacia 1505. Vittore Carpaccio. Museo Thyssen. Madrid.

La identidad del personaje retratado sigue siendo un enigma a día de hoy. Podría tratarse de Francisco Maria della Rovere, tercer duque de Urbino, o bien un célebre capitán de Venecia, Augusto Gentili. También podría tratarse del capitán veneciano Marco Gabriel destacado en la defensa del puerto fortificado de Modone y que al caer en manos otomanas fue capturado y ajusticiado. Y seguramente existen más teorías acerca de la identidad del retratado. La cuestión es que para la relectura que me interesa realizar la identidad individual del personaje es irrelevante, de hecho, superflua, dado que vendría a simbolizar a la humanidad.

En la cosmovisión europea imperante en aquellos tiempos (s XVI) todos los elementos naturales eran símbolos con profundo sentido moral (y por tanto humano aunque la moral tuviese una base teológica).  Así todo animal y planta formaba parte de la escena no en tanto animal o planta sino cómo símbolo de un rasgo o pasión específicamente humana. Teníamos por ejemplo que el ciervo venía a simbolizar a Cristo (conducción del héroe hacia la aventura, o hacia la espiritualidad); el caballo el poderío, la fuerza vital; el armiño blanco la limpieza y la modestia; el pavo real (ubicado arriba de la cabeza del jinete) la vanidad y la ostentación, pero con la cola plegada sus antagonistas, la humildad y la contención... De este modo todos los animales y plantas representados en el cuadro nos hablan de las cualidades y personalidad del retratado.

Mi acercamiento al cuadro es completamente diferente y no considera este tipo de simbolismo: los seres vivos representados son simplemente lo que parecen ser, animales y plantas. Y en este contexto me interesa la actitud del personaje retratado, símbolo de la humanidad, y cómo se relaciona con su entorno, el entorno natural. A punto de desenfundar su espada, parece estar preparándose para el enfrentamiento, el conflicto, la lucha. Todas las criaturas vivas se despliegan en torno a la figura central del caballero en su armadura, dispuesto al combate. Todo gira en torno a él. Y él muestra un ademán claramente hostil hacia lo que le rodea, dispuesto a luchar por establecer y mantener su dominio. No en vano en el cuadro se muestran marcadamente diferenciados los ámbitos natural y humano (específicamente urbano, civilizado) separados entre sí por altos muros y murallas (panorama al fondo a la derecha) que vuelven a remitir, en su condición de defensas, a la noción de conflicto, de enfrentamiento, de guerra: es la humanidad contra la naturaleza.

Por todo esto esta pintura me parece un magnífico retrato del antropocentrismo tal como se ha venido manifestando hasta nuestros días. Una actitud en la que todo se reduce a nosotros, la humanidad, y a nuestros intereses concretos y específicos del momento. Una actitud que nos separa por completo del mundo natural, al que no parecemos pertenecer, y con el que nos relacionamos de manera absolutamente miope y hostil para proveernos de aquellos recursos que necesitamos o nos interesan y deshacernos de aquellos que ya no necesitamos... como si todo esto no fuese con nosotros ni pudiese afectarnos en modo alguno.


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