NOTAS PARA UNA RELECTURA DE "LAS MEDITACIONES DE SAN JUAN BAUTISTA" DE EL BOSCO

 

"Las meditaciones de San Juan Bautista". El Bosco. 1495

El Bosco se acerca a la figura de San Juan Bautista componiendo una escena que no tiene nada que ver con ninguno de los episodios de la vida del santo más celebrados en la iconografía cristiana. Esto,  junto con el arrepentimiento que se vió obligado a realizar para cubrir por completo la figura del supuesto comitente de la obra, acaba por producir una obra de extrañeza desconcertante. 

La aberrante formación vegetal que ha devorado al comitente es, según algunos especialistas, una enorme mandrágora que, considerada afrodisíaca por la magia-medicina medieval, se vinculaba directamente con el pecado de lujuria. En este mismo sentido apuntaría el pequeño pájaro, símbolo del pecado, que se alimenta de su fruto. Quién sabe si de este modo el Bosco, a la vez que hacía desaparecer al comitente, nos ofrecía su retrato más íntimo. 

Otro de los elementos destacados de la composición es el pequeño cordero, el Agnus Dei, el Cordero de Dios, este si muy característico de la iconografía asociada con San Juan Bautista y que simboliza el sacrificio de Cristo y por tanto al mismo Cristo. Ubicados en posiciones opuestas respecto al santo, la mandrágora y el cordero representan valores antagonistas, el pecado y la virtud. Y sugieren a la vez, de un modo muy sutil aunque algo prosaico, la resolución de su eterno conflicto. El cordero acabará por devorar mansamente a la planta representando así el triunfo de la virtud cristiana sobre el pecado.  

Sea como fuere, el caso es que el inquietante organismo vegetal se manifiesta como una excrecencia extraordinariamente disruptora que parece competir con el santo por el espacio y la atención del espectador. Tenemos así a San Juan Bautista entregado a sus meditaciones y junto a él a un ente vegetal entregado a las suyas, completamente extraño y ajeno al santo y que reclama su propia autonomía alejada de la cosmovisión religiosa. Parece un atisbo de una realidad mucho mayor y compleja que apenas logramos captar. Puede ser que por eso parezca una especie de astronauta orgánico que ha germinado desde otra realidad de innumerables dimensiones de las que sólo podemos percibir una sombra. Un destello incomprensible, desde la óptica de la visión teológica tardomedieval, de una cosmovisión fuera de nuestro alcance, incluso hoy en día. Un intruso, un paso más allá de nuestra imaginación, que utilizó al Bosco para manifestarse ante nuestros ojos y del que nuestras limitaciones nos mantienen a salvo.


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